No podía soportar la imagen, cuando cerraba los ojos, de un sujeto inmenso golpeándome violentamente por la espalda. Muchas noches antes de coger el sueño, se repetía esa imagen pesada sobre mi cuerpo y abría los ojos rápidamente como queriendo apartarme y ver que en mi habitación todo continuaba como antes. Recuerdo esa sensación desde que era una niña aun que por mucho tiempo desapareció y volvió a los veinte años, cuando creía dar por terminada una secuencia de mi juventud. Durante ese tiempo, de mayor, intenté dar una forma racional a ese bruto golpe que me turbaba pero solo lograba divisar una imagen próxima a mis recuerdos durante milésimas de segundo antes de que volviera a desvanecerse. Sentía un fastidio tremendo, porque en esa corta fracción de tiempo se abría ante mí el imaginario de un pasado que abandoné.

Des de ese momento comencé a impregnar mis noches de imaginarios abandonados, cada uno tenia su forma y su importancia. Cuando alcanzaban su estado más real y táctil, comenzaban su retroceso hacia su forma onírica y transparente hasta que no quedaba más que una vieja carcasa del que había sido. Esas carcasas eran todo lo que me quedaba de ellos y las coleccionaba como si fueran “souvenirs” de mis viajes por el extranjero. Cada una tenia un nombre, a ese lo titulé Pesos.

¿Será esa la figura irreconocible que le damos a los imaginarios
abandonados, que por no poder han ido perdiendo la forma hasta
convertirse en viejos tumores que aparecen en la ficción de la noche?
***
I. Viejas carcasas
Durante mis horas diurnas, vivía más o menos experiencias sin demasiada complejidad. Ningún día era mucho más importante que el siguiente o el anterior. Como persona carecía de una gracia gestual o de habla que me complicaba las relaciones con los demás y cualquier primer contacto con un desconocido suscitaba en mí un miedo que me apartaba por instancia del mundo social. Des de que era pequeña fui mas bien una niña que hablaba por la mirada, eso se debía a que hasta los doce años fui incapaz de establecer una conversación donde la palabra fuera mas importante que la trayectoria que marcaban mis ojos con el espacio que llegaban a ver. Por ese tiempo, llegué a desobedecer a mis profesores por el solo hecho de no establecer contacto, ya fuera solo con la presencia de mi cuerpo, con adultos a quienes creía no tener nada que decir. Por eso a demás, nunca conseguía hacer nada en conciencia, por lo que pocas veces terminaba las cosas que empezaba y lo acababa dejando todo a medias. No sólo ocurría con los álbumes de cromos y las chapas de las series de televisión, mantenía mi conducta con la comida y siempre tenia que dejar los últimos pedazos de pan como si el comerlos acabaran por explotar en mí el poco hambre que me quedaba.

Recuerdo especialmente mis ocho años. A esa edad me enamoré. Era profesora substituta de repaso de lectura. Fue un amor próximo al placer que se siente al ver una película que por tu edad, está restringida. El placer visual de aquello que no estaba predeterminado que vieras, casi inmoral. Quizá fuera por aquella razón que me sentí tan vinculada a ella. Detrás se ocultaba lo que no estaba aceptado, lo escondido. Desde ese momento, mis profesoras siempre han sido parte de la forma en la que crecí y Safo una incógnita con regusto amargo para mi yo adolescente, una niña de 15 años que aun tenia que decidir la importancia de las palabras.
Tenia por entonces veinte años, la noche que dejé mi primer trabajo cuando tuve un sueño:


Estaba en una casa vacía y totalmente pintada de blanco, seguramente los inquilinos acababan de mudarse y aún no habían tenido tiempo para llenar de significado las estancias del piso. Solo algunos ejemplares de la revista “Rolling Stone” estaban expuestos con delicada gracia en la pared del comedor y una cama ocupaba casi por completo todo el espacio de la habitación posterior. Yo me quedaba en la cama mirando el techo, era oscuro pero en la calle ya se oían los coches ansiosos por llegar a su destino. Al otro extremo de la cama dormía un hombre, era alguien que ya había visto antes pero en ese momento me pareció un total desconocido. Se escuchaba por entre las paredes de la habitación la melodía “Fool's Overture” de Supertramp que venia del piso de arriba, donde un vecino se estaría tomando el primer café matutino antes de ir a trabajar. No me importaba, es más, me tranquilizó porque de pequeña mis padres solían ponerme esa canción en el viejo tocadiscos y fue por esa razón que pude acertar casi por impulso el momento que sonaron las campanas de los locos, cuando el hombre se giro y se quedó mirándome. Me lamió los labios y me llevó hacia él. Al sentir todo su cuerpo tan cerca, mi pubis chocó violentamente contra su sexo desnudo y torpe, buscando su sitio.

-¿Íbamos a hacerlo? – me preguntó el hombre despegándose de mí, esperando con curiosidad mi respuesta.

Pero yo no respondí. Me acurruqué en su pecho y desperté.




***
Les carcasses adopten una forma abstracte que recorden a una esbojarrada combinació de més d'un objecte il·lògic i totalment inútil. Com si els objectes, un cop finalitzada la seva tasca per la qual han estat elaborats, tinguessis una segona vida, com a dipositadors d'imaginaris personals. Sense adonar-te'n ni donar-li massa importància, un dia t'entrebanques amb un objecte inútil i d'aquesta forma l'imaginari abandonat que tenies dins torna a cobrar força.

Aquests objectes tenen un mecanisme interior, si una persona s'hi apropa dins i deixa anar el seu imaginari abandonat, l'objecte el conservarà fins que tornem a creure en ell.
GESTOS
IMAGINARIS ABANDONATS
<>. El negro de su suéter rodeaba de penumbra lo que él proyectaba hacia el centro de la estancia. Para cuando no encontraba ya rastro de su propio fin, miraba la ventana. Delante de él se levantaba un inmenso bloque de ladrillo humedecido que alertaba de lluvias. Abochornado por encontrarse en tal pésima y odiosa situación, se puso en marcha dispuesto a actuar, primero de mente:

¿Cómo podría escapar de la agobiante habitación donde se encontraba, cargada de obstáculos que parecían predispuestos para provocar la duda de la huida? Pensó que tantas hojas y libros ahogarían hasta el más perspicaz de los hombres y por el contrario, él carecía de ímpetu. En un primer momento de insensatez y escondiéndose de las fuerzas que lo retiraban hacia atrás, consiguió alargar las piernas hasta superar volátil mente los volúmenes de las colecciones literarias esparcidas por el suelo, mientras abría la puerta y se mostraba airoso ante el pasillo. Orgulloso de su hazaña cruzo el corredor y se mostró ante la puerta principal, a su frente la calle.

Se volvió hacia la ventana. El desdoblamiento de su imagen en el espejo le recordaba a esos fragmentos de vidrio de los calidoscopios y volvió en sí la furtiva percepción de su propio ser, aún frente el gigante de ladrillo.
Estancado en un minúsculo perímetro, te sientes parte de ese espacio con el que interaccionas manteniendo un especial contacto sensorial. Estudiada la situación, te mantienes en reposo. Sin abandonar tu estado de inmovilidad, observas como otros rincones más alejados se esparcen hasta provocar un engaño visual en el cual los espacios se separan creando un juego de vacíos y llenos que paradógicamente se ordenan por sujetos. Los observas sin dejar de echar una rápida mirada a la libreta que sujetas con la mano. Cada uno interacciona independientemente, tanto que parecen evadirse de la mezcla de elementos que los envuelven.

Uno se sienta, coge un libro y lo abre casi por el final. En diagonal, el siguiente está predispuesto a seguir su camino hacia la puerta corredora. Un tercero...

Te inquietas por la mirada intermitente de alguien que se muestra casi inconstante. Estás pensando en tu situación y la del otro sujeto que parece que centro todo su peso físico en sujetar un cuaderno y un bolígrafo con sus manos. Tan fuerte que piensas: << si los deja, se cae>>. La mirada del observador tambalea por todos los rincones y elementos a los que su vista le permite alcanzar. Siente la necesidad de mover ridículamente la expresión de la boca y tu lo sigues mirando de reojo. Se pasa la lengua por los labios, siente al observador del cuaderno atento. Se acaricia la cabeza intentando colocar en orden los pocos pelos supervivientes de una ya calvicie avanzada. Está escribiendo y ya le entran sudores solo de pensar en ser retratado o descrito. Tampoco puede escapar pues todos los sujetos presentes se darían cuenta del pánico que sufría ya que le pareció que en poco más de cinco minutos se había convertido en el centro de atención.

No te has movido ni un milímetro, perdido en tu afán de escribir mantienes la vista en un punto fijo para no distraerte en las posibilidades que ofrece el espacio donde te encuentras. Algo has visto y empiezas a manejar el bolígrafo con destreza sobre el papel y sientes que se crea un estado de familiaridad entre el recorrido descrito en tus notas. Alguien te llama la atención y quiere distraerte del tus pensamientos. De reojo notas como te mira buscado tu atención. Levantas la vista del cuaderno y un hombre pálido se cruza por tu costado, os observáis. Parece desconcertado y su mirada es profunda como atacada pro una terrible vergüenza escénica. Siguiéndolo con la mirada esperas hasta que cruce la puerta corrediza. Entonces te vuelves hacia tu cuaderno, motivado por una repentina fascinación.
***
I
v
Confluencias, cruce
Aïda
Ja has marxat. Tu, que un dia vas aparèixer sense previ avís il·luminat per les llums d'una
discoteca. No sé d'on ets, no m'ho vas voler dir mai, però sé que és millor així; Sóc massa
inconformista i agafaria el primer vol del dia per anar a buscar-te. Jo ja sabia que tu tenies
una missió i com totes les persones que coneixem en la vida, quan s'acaba la seva missió
desapareixen de la nit al dia, i et fan veure que tot el que havies viscut no havia sigut res més
que una il·lusió.

Vas agafar la forma d'un noi de vint-i-tres anys marcat per unes inquietuds que t'amenaçaven,
i com era així com em sentia jo, et vas convertir en el meu company de viatge. Sense dubtar-
ho dos cops vaig adonar-me que havies vingut per complir un somni, el meu somni (i potser
també el teu) de caminar. És així que una nit, vam somiar que tots dos junts preparàvem les
motxilles i marxàvem cinc-cents kilòmetres més enllà, en línia recta i amb els pulmons plens
de tot l'aire del món que ens impulsava de poble en poble fins que les cames deien prou.

Ell tenia una aura daurada que flotava al voltant del seu cos i cada cop que m'abraçava em
donava una polsina de vellut que regalimava entre els meus dits i penetrava dins la meva
pell, que es tornava més viva i més ferma. Són fils daurats que s'estenen dins meu i
m'uneixen a totes aquelles coses que ell m'ha ensenyat a estimar.

Però ja feia temps que havies vingut a mi, en aquell temps, sota la forma d'un autòmat. Tot i
no saber-ho, vas baixar per primer cop del capdamunt de la foscor i vas deixar petrificada
una nena de sis anys dins d'una minúscula sala de la muntanya del Tibidabo. Han passat
quinze anys d'ençà que no et veia i tampoc esperava que tornessis, però ets savi i vas canviar
d'aspecte per què no me n'adonés. Has estat a punt d'enganyar-me, has tret de mi la part més
humana i salvatge, però tot i així, quan marxaves, se t'ha escapat una polsina de vellut
daurada. Així t'has atorgat un nom, tot i que no sé si vull donar-te'l, et pertoca,

Et trobaré a faltar fins que tornis,
Mauri
***
A



Una volta pensavo che non c'è la farebbe mai. Che quello non andava per le persone come io. Magari perché andava sempre facendo del giro sopra me stessa, come un carosello infinito che non ci fermava mai. E con questi pensieri sempre in mente, avevo quasi smesso, quando un ragazzo di capelli fosco che sembravano delle stelle filanti, ci fermo a guardarmi, smettendosi del suo lavoro anche lui. Perché dopo tre messi di quel fortuito incontro, avevo stata cosciente che quel carosello che c'era dentro me, ormai non girava più.

Ho capito adesso come da subito, per la mia sorpresa, sono diventata una ragazzina di quelli che piangano per il vuoto di una pulcinella che a andato via, cantando e urlando che l scherzo è una verità e le verità solamente un scherzo.
***